Ignatius Pfefferkorn, un misionero jesuita en el norte de México a mediados del siglo XVIII, denotó la gran variedad de diseños en los rebozos y cómo éstos representaban la posición social de sus dueñas:

Por lo general, todas las mujeres españolas de Sonora y de Nueva España llevan rebozos. Sirven para cubrirse y también como adorno. Las telas son trabajadas elaboradamente con todo tipo de bonitas figuras multicolores. Algunos rebozos están hechos de algodón puro, otros de una mezcla de algodón y seda, y otros de seda pura. Los más costosos han sido elaborados con la más fina seda, tejidos con adornos de bellas flores y otros ornamentos en oro y plata. Los extremos de todos los rebozos tienen largos flecos de algodón, seda, de oro y plata, según la calidad del rebozo. La gente común lleva rebozos de algodón mientras que las personas de clase más alta y los más ricos llevan rebozos de seda.